Para nosotros, los productores aquí en Ceará y en todo el Noreste, el mercado de exportación de camarón de Brasil siempre ha sido visto como un horizonte de gran valor. La oportunidad de llevar nuestro producto, fruto de tanto trabajo, al mundo, es un objetivo al que muchos de nosotros aspiramos. Pero, como sabemos, para entrar en este juego global, no basta con tener un producto de excelencia; es necesario cumplir con un conjunto de reglas rigurosas, conocidas como exigencias sanitarias en acuicultura.
Sabemos que la calidad de nuestro camarón o pescado es indiscutible, pero el mercado internacional exige una prueba de esa calidad. Esto significa que nuestra granja debe estar preparada para demostrar que toda la producción, de principio a fin, sigue un estándar de seguridad alimentaria y sanidad que es innegociable.
El proceso comienza en casa, con nuestra propia legislación. Para siquiera pensar en exportar, nuestra granja debe estar debidamente registrada y al día con las normas del MAPA (Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento). Las inspecciones del MAPA garantizan que se sigan las buenas prácticas de producción y sanidad, y esta es nuestra primera credencial para el mercado exterior.
Cada país o bloque económico, como la Unión Europea y los Estados Unidos, tiene sus propias reglas. Pero, en la base, la mayoría de ellas se apoya en un sistema fundamental: el HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control).
El HACCP, para nosotros, los productores, es un sistema proactivo. Nos enseña a identificar y controlar los peligros biológicos, químicos y físicos que pueden comprometer la seguridad de nuestro producto. En lugar de simplemente probar el producto final, el HACCP garantiza que la seguridad se mantenga en cada etapa de la producción, desde el manejo del alimento hasta el empaque.
Si el HACCP es nuestro «plan de juego» para la seguridad alimentaria, la trazabilidad en la camaronicultura es la historia que cuenta nuestro producto. Los compradores internacionales quieren saber el origen exacto del camarón, desde la fecha y el proveedor de las postlarvas, el historial de alimentación, los parámetros del agua, hasta la fecha de la cosecha y el nombre de la granja.
Es como tener un «pasaporte» para cada lote. Y para mantener un registro tan detallado y preciso, una herramienta de gestión de datos es esencial. Nos ayuda a recopilar y organizar esta información de forma confiable y ágil, algo que sería casi imposible de hacer en papel.
Las certificaciones de exportación de pescado de terceros, como BAP (Best Aquaculture Practices) o ASC (Aquaculture Stewardship Council), son la forma más sólida de probarle al mundo que nuestra granja sigue las buenas prácticas de acuicultura para exportación. Estos sellos de calidad y sostenibilidad nos dan una enorme ventaja competitiva, abriendo las puertas a mercados premium que solo aceptan productos certificados.
La documentación para exportar camarón es extensa y precisa. Incluye certificados sanitarios, de origen, registros de producción y más. Y nuestro trabajo no se detiene en la puerta del frigorífico. La logística, desde la congelación hasta el transporte, debe ser impecable para mantener la calidad y la seguridad del producto.
Finalmente, la preparación para exportar no se trata solo de papeleo o tecnología. Se trata de crear una cultura de calidad en todo el equipo. Todos, desde el técnico del estanque hasta el personal del empaque, deben entender la importancia de cada paso y la necesidad de seguir los protocolos sanitarios al pie de la letra.
En resumen, la exportación de camarón de Brasil es una meta ambiciosa, pero totalmente alcanzable. El secreto está en ver las exigencias sanitarias no como barreras, sino como una guía para elevar el nivel de nuestra producción. Con una buena planificación, las herramientas adecuadas para la gestión de datos de exportación y un compromiso con la excelencia, podemos transformar nuestra granja en un actor del mercado global.