La competitividad en la acuicultura moderna depende cada vez más de la ciencia y la tecnología aplicadas al cultivo. Entre los pilares que sostienen una operación exitosa, la calidad genética del plantel se destaca como una de las inversiones con mayor retorno. La transición de la dependencia de postlarvas y alevines de origen silvestre al uso de líneas domesticadas y genéticamente seleccionadas representa un salto cualitativo para el sector, permitiendo a los productores alcanzar niveles de productividad y previsibilidad antes inalcanzables.
Los programas de mejoramiento genético se centran en la selección de características de alto valor zootécnico. La más buscada es la tasa de crecimiento. Líneas mejoradas del camarón Litopenaeus vannamei, por ejemplo, pueden presentar ganancias de peso semanales consistentemente superiores, lo que permite acortar el ciclo de producción en semanas, optimizando el uso de la infraestructura de la finca y aumentando el número de ciclos por año. De la misma manera, en las tilapias, la selección para un crecimiento rápido y un mejor rendimiento de filete impacta directamente en la rentabilidad del producto final.
Otro factor crucial es la eficiencia alimenticia. Los animales seleccionados genéticamente para una mejor conversión alimenticia (FCA) consumen menos alimento para producir la misma cantidad de biomasa. Una reducción de 0.1 o 0.2 en el FCA, aunque parezca pequeña, representa un ahorro masivo en el costo de producción a lo largo de un ciclo, dado que el alimento puede corresponder a más del 60% de los costos operativos.
Quizás el avance más significativo proporcionado por el mejoramiento genético es el desarrollo de líneas resistentes a enfermedades. En el pasado, brotes de patógenos como el Virus del Síndrome de la Mancha Blanca (WSSV) o la Necrosis Hepatopancreática Aguda (AHPND) en camarones, y la Estreptococosis en tilapias, fueron responsables de pérdidas devastadoras. Hoy, los productores tienen acceso a líneas clasificadas de diferentes formas:
El uso de estas líneas reduce la mortalidad, disminuye la necesidad de intervenciones químicas y medicamentosas, y otorga mayor seguridad a la planificación productiva.
Es fundamental comprender que el potencial genético de una línea superior solo se manifiesta plenamente bajo condiciones de manejo adecuadas. De nada sirve invertir en animales de alto rendimiento si la calidad del agua, la nutrición y los protocolos de bioseguridad son deficientes. La correcta aclimatación de postlarvas y alevines, la oferta de alimentos balanceados y específicos para cada fase de desarrollo, y el monitoreo constante de parámetros como oxígeno disuelto, amoníaco y pH son prerrequisitos para el éxito.
Para validar la inversión genética, es imprescindible que el productor mantenga registros detallados del desempeño de cada lote. Seguir la curva de crecimiento, calcular la conversión alimenticia y registrar las tasas de supervivencia son prácticas esenciales. Estos datos permiten comparar objetivamente el desempeño de diferentes líneas y proveedores, fundamentando decisiones futuras y optimizando la estrategia de producción de la finca. La adopción de genética avanzada, por lo tanto, debe ir de la mano con la profesionalización de la gestión y del manejo zootécnico.
La elección del laboratorio de larvicultura o piscicultura es una decisión crítica. Use esta lista de verificación para evaluar a los proveedores potenciales y garantizar una inversión segura.